Hermanos, nuestro Señor Jesucristo, por medio de estos versículos, nos enseña que lo que a él le agrada es tratar a las personas con el modelo de gracia y misericordia, y no con el de juicio y condenación. La Biblia narra que los fariseos acusaban a los discípulos de Jesús porque habían recogido granos de trigo de un sembradío para comer, ya que tenían hambre, aunque segar estaba prohibido en día de reposo.
Jesús les contestó que David y sus hombres, cuando tuvieron hambre, entraron al templo y comieron del pan sagrado, a pesar de que no les estaba permitido, pues solo los sacerdotes podían comerlo. También les cuestionó si habían leído que en la ley de Moisés los sacerdotes podían trabajar en el día de reposo sin que nadie los acusara, y concluyendo les dijo: “el que está aquí es mayor que el templo”, haciendo referencia a que él, el Hijo del Hombre, es más importante.
Amados hermanos, a Dios le agrada más que los hombres y mujeres de su pueblo sean misericordiosos, tolerantes y pacientes entre sí, y que se amen unos a otros como él nos ama. El Señor dice: gracia y misericordia, y no juicio. El Señor quiere que nos ayudemos unos con otros y no que nos pongamos obstáculos, que seamos pacientes unos con otros y que, si algún hermano falla, lo ayudemos y animemos a intentarlo nuevamente.
Jesús dijo: “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?” Hermanos, el mundo y la cultura nos enseñan lo contrario de lo que Jesús nos dice; desde pequeños nos enseñan a juzgar y criticar a los demás. Sin embargo, nuestro objetivo debe ser agradar a Dios, lo cual no está alineado con la cultura del reino de Dios, y esto puede llevarnos a tropezar y caer en el pecado.

Hermanos, el modelo de juicio y condenación que no agrada a Dios funciona de la siguiente manera: primero criticamos un hecho o acción de un hermano, luego formulamos un juicio contra él, y después de juzgarle, dictamos una condena contra el hermano. Por lo tanto, amados hermanos, observen lo importante que es controlar nuestros pensamientos desde el principio para evitar caer en esta conducta de juicio y condena que desagrada a Dios.
Esta era precisamente la actitud que tenían los fariseos hacia nuestro Señor Jesucristo. Ellos no alcanzaban a ver la gracia y la misericordia de Dios, pues si la hubieran entendido, no habrían acusado a los discípulos del Señor de segar en día de reposo. Nuestro Señor Jesucristo concluye diciéndoles que: “el Hijo del Hombre” (refiriéndose a él) es quien decide qué puede hacerse y qué no puede hacerse en el día de reposo, demostrando así que él era Dios.
Amados hermanos, en este día les animo a perseverar con el segundo gran mandamiento que Jesucristo nos enseñó: amarnos unos a otros, así como él nos amó. Cristo nos llamó para seguirle, sin importar nuestra condición económica, nuestra raza, nuestra lengua o nuestra condición pecadora. Enfoquémonos en él, amándole y obedeciéndole en todo, para la gloria y honra de su santísimo nombre. Amén.»

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